Calma: Una experiencia «faraónica»

Hoy era el día… ¡hoy era mi día!

Llevaba ya un par de semanas entreteniéndome con una prometedora cuenta atrás y soñando con una “faraónica” cita en Calma y por fin ese día tan deseado había llegado. Lo tenía todo planificado en nombre, y en honor, de esa “calma” a la cual me iba a “enfrentar” en ese centro de bienestar madrileño tan especial del cual ya había disfrutado en la realidad virtual con las fotos y los videos de su invitante página web.

Así que, según lo programado, me desperté con toda tranquilidad con una sonrisa de oreja a oreja en la cara, me levanté de buena gana, me duché cantando bajo el agua, me peiné serenamente, me maquillé relajadamente, puse orden en casa de buen talante, tomé en la terraza un kiwi y un zumo de naranja natural acompañados por el sonido de mi playlist de canciones soft favoritas y, alegre y despreocupada, salí de mi dulce hogar, rumbo a mi destino, en la calle Domenico Scarlatti 5, saboreando poco a poco a lo largo del trayecto en metro ese inminente viaje por los cinco sentidos…

¡O así me hubiera gustado!

En realidad, a pesar de mi germánica, más bien italiana, preparación física y psicológica, ese día el despertador no sonó –o, más probablemente, no lo oí claramente…–, me levanté agobiada porque solo tenía una hora a disposición para realizar todas las tareas domésticas, me duché rápidamente, me peiné a toda velocidad, me maquillé a ciegas, tiré en la lavadora toda la ropa que encontraba por casa, sobre todo en las habitaciones de los adolescentes, comí un kiwi de pie y sustituí el zumo de naranja exprimido manualmente por un café de máquina sin alma –gracias a un rápido cálculo trigonométrico llegué a la conclusión que iba a tardar mucho menos– e, intentando no olvidarme de nada al salir de casa de prisa y corriendo, me lancé a la calle, camino del metro, rezando para que a lo largo de las doce paradas, con transbordo incluido, hasta la de Islas Filipinas, no hubiera ningún retraso:

12-11-10-9-8-7-6-5-4-3-2-1… ¡¡¡0!!!

Ya me encontraba en la superficie, con unos increíbles diez minutos de antelación respecto a la cita programada: ya podía respirar aliviada, ya podía (por fin) disfrutar (de verdad) de mi día. El sol, además, volvía a resplandecer en el cielo azul de Madrid tras dos semanas excepcionales de frío, viento y lluvias, la primavera empezaba a teñir de verde las plantas desnudas y los pájaros con sus melodías anunciaban la llegada de largas tardes de luz.

Ahora sí que todo estaba como lo había imaginado, en armonía con el universo infinito…

20240403_1153178832110001991650017Recorrí la calle Gatzambide que se abría paso entre elegantes palacios, y, en un par de minutos, tras toparme con la “proa” de una iglesia que se parecía a un barco, la de san Juan Crisóstomo, alcancé mi destino: Calma. Allí estaba ese oasis de paz capitalino que ya desde el exterior, a través de su escaparate cristalino enmarcado por colores claros, infundía serenidad. Pero fue cruzar su puerta, más bien un portal espacio-temporal, y me vi trasladada a otro lugar, a un espacio de ensueño donde, con unas sonrisas y dulces palabras en los labios, me estaban esperando Yolanda, hada titular del mismo, y su fiel escudera Beatriz, maga(-masajista) de las manos.

Nos presentamos y empezamos a hablar tranquilamente, como si nos conociéramos desde siempre –puede que fuera parte del embrujo de ese sitio tan peculiar–, aunque a mí, tengo que reconocerlo, me costaba no poco esfuerzo centrar mi atención en la amena conversación, atrapada como estaba por la sencilla pero elegante y delicada decoración del local donde destacaban elementos naturales como la madera y el mimbre, reflejo perfecto del aspecto de su hada.

20240403_1129451750941547457996948Yolanda, estilosa, con unos vaqueros y un jersey blanco que se fundía perfectamente con el mismo y relajante color que imperaba en el ambiente, me contó entonces no sólo de sus travesías desde Ciudad Real hasta Catar para acabar finalmente en Madrid, sino también, y sobre todo, de este sanador y prometedor proyecto personal que iba acompañado de sus ganas de vivir y hacer vivir con “calma” y serenidad a todos aquellos, y aquellas, que se acercaran allí. Sin lugar a duda, lo había conseguido: era suficiente fijarse en la decoración, limpia e impoluta, de esa planta baja, elegante tarjeta de visita de lo que se escondía bajo ese suelo reluciente, para captar el cariño y la ilusión de ese nuevo camino de regeneradora tranquilidad que había emprendido un año atrás, para ella y todos los demás.

Ante mi curiosidad me especificó que ese mismo espacio había estado ocupado con anterioridad por una galería de arte –estilo tenía, indudablemente– y también por un conocido restaurante alemán, del cual aún se conservaba en el impactante techo con molduras unas ventanas acristaladas que daban una cálida y pintoresca nota de color al espacio inmaculado. Mis ganas de fisgonear acababan de despertar y el hada, dándose cuenta de ello gracias a sus poderes sobrenaturales –o, puede ser, por la inquietud que podía claramente leer en mi mirada– me propuso entonces realizar una “visita guiada” de ese pequeño paraíso terrestre, no sin antes invitarme a descalzarme y ponerme unas zapatillas, impolutas por supuesto, con la cual andar libremente a piedi tras tomar una sana bebida natural, a base de zumo de limón.

20240403_1133062491133738487567311“¡Estás en tu casa!”, me dijo amablemente, ignorando el peligro que conllevaba esa frase ante una persona como yo, ya enamorada del lugar y deseosa de descubrir todos sus rincones para quedarme allí todo el tiempo que hiciera falta… ¡y mucho más!

20240403_1131192004529490935738108Me enseñó entonces, siempre en esa planta, una habitación, con baño anexo, donde se realizaban los diferentes tratamientos faciales, vitamínicos, reparadores, exfoliadores, estimulantes, todos ellos rigurosamente naturales y con productos de primera calidad entre toallas perfectamente dobladas, exquisitos detalles decorativos y un omnipresente orden y limpieza –ese último detalle, para una persona tan escrupulosa como la que suscribe, (me) infundía un plus de paz y serenidad–.

Mi tratamiento, sin embargo, me esperaba más abajo, en la planta inferior, en una zona (aún más) especial a la cual se accedía a través de una escalera.

20240403_1134476038383125945808011Allí bajamos entonces las tres, el hada, la maga y un extraño ser, es decir yo, que, extasiada y distraída, no paraba de mirar por todas partes. Las luces se atenuaron y una paz (aún más) interior se fue paulatinamente apoderando de mí.

20240403_1144551507471225339522585Estaba en el corazón de ese Edén terrestre semienterrado ocupado al centro por un pacificador olivo rodeado de piedras blancas sobre una alfombra de yuta donde también descansaban cestas de mimbre con muestras de los productos que se utilizaban o plantas secas, damianas y ánforas de terracota: asombroso como con tan pocas piezas se podía inspirar tanto…

20240403_1141497114513156257843833En esa zona del paraíso que tanta (y tan sana y serena) envidia me generaba por su decoración –Yolanda, responsable de ello, posee indudablemente ese don del cual yo estoy desprovista– había sólo una sauna, con su ducha reglamentaria al lado, sino también otra habitación, igual de impoluta y bien cuidada que la de la planta superior, con una camilla para los diferentes tratamientos corporales –hay una amplia variedad entre masajes ayurvédicos, tonificadores, reductores o dulces ritualesy, sobre todo, una espectacular estancia: la “Sala Calma”.

Eso era el auténtico templo de la (post)-relajación.

Un lugar donde, bajo unas escenográficas bóvedas de crucerías, parecía que el tiempo iba a detenerse, gracias también, y como siempre, a unos exóticos e impactantes elementos decorativos.

20240403_1140554176032579552689388Sobre un valioso suelo antiguo que, afortunada e inteligentemente, se había mantenido a lo largo de las diferentes reformas, aparecía un mostrador ocupado por bebidas y productos naturales mientras que unas lámparas orientales iluminaban las invitantes hamacas al fondo de la estancia y unas cómodas sillas de mimbre en un rincón lateral, mientras que espejos, teteras y biombos completaban ese cuadro de mil y una noches.

20240403_113717869726130663273568“¡Estás en tu casa!” –volvían a mi memoria las palabras de bienvenida del hada, mientras, en efecto, empezaba a plantearme quedarme allí para siempre…–. Yolanda, tan amable como de costumbre, me explicó que esa sala no sólo estaba destinada a unos momentos de relajación suplementaria después de los tratamientos, sino que también se podía alquilar para organizar talleres, presentaciones, eventos y beauty parties para celebrar, por ejemplo, cumpleaños de adolescentes presumidas como la mía o de jóvenes de todas las edades.

20240403_1138498743356234619767275Y mientras soñaba con ese lugar, la maga Beatriz me recordó que había llegado el momento de “someterme” a su dulce tortura –ya había pasado más de media hora desde cuando había cruzado el mágico stargate “calmiano”–, así que, tras echar una rápida mirada a otra estancia, dotada de una sola camilla y con ducha incorporada, me acompañó a la mía, más amplia, con dos camillas y también una ducha. Inútil decir que ese espacio, para variar, brillaba, casi deslumbraba, por el orden y la limpieza.

20240403_1143332728423197460159097Toda la indumentaria o los productos necesarios para el tratamiento estaban perfectamente colocados o colgados: albornoces, zapatillas, gorro, toallas, aceites, sales, perfumes y aromas…

Eso era (mucho) mejor de como lo había imaginado…

20240403_1142535352833976140286221El hada se despidió entonces de mí, la puerta se cerró, las luces bajaron de intensidad, una música relajante mezclada con unos aromas exóticos, casi enigmáticos, acarició poco a poco el ambiente y mi ritual corporal, el de Reina de Egipto, empezó. Tumbada en la camilla, entregada a la magia de las manos de Beatriz, me fui paulatinamente hundiendo (casi) en un sueño profundo mientras que ella, silenciosa y pacientemente limpiaba e hidrataba mi piel con aceites, la exfoliaba con sales del Mar Muerto y la envolvía con barro del mismo mar, rico en portentosos minerales.

20240403_1145114861695971988076744Sus manos, expertas y delicadas, se apoderaban de mí, de mi cuerpo y de mi mente y, con la ayuda de dulces fragancias de incienso y mirra, me trasladaban a otra dimensión, hasta épocas y lugares lejanos, entre pirámides, templos y falucas, Valle de Reyes, Colosos y Esfinges de un floreciente y Antiguo Egipto dominado por faraones y una única y esplendorosa reina, la grandiosa, bella y seductora, Cleopatra…

20240403_114538986296841516515078Envuelta entonces como una momia en una especie de película transparente para que se absorbieran perfectamente todos los valiosos, y (casi) milagrosos productos naturales, me quedé allí tumbada un buen rato, soñando con los ojos cerrados, (casi) flotando en el aire, hasta que Beatriz, educadamente, me avisó de que había llegado el momento de resurgir de mis cenizas… ¡y así fue!

Me levanté a cámara lenta de la camilla con la mente aún perdida en otro mundo y, cubierta de barro, entré en la ducha, dotada como un hotel de cinco estrellas de todos las amenities necesarias para una buena ablución. La maga entonces desapareció y yo, tan relajada como estaba, abrí el grifo del agua sin ni siquiera darme cuenta, sino pasados unos cuantos minutos, de que estaba a la mínima presión. Hubiera podido quedarme horas y horas bajo ese chorro moderado quitándome despacio años de viejez con el barro del Mar Muerto y sintiéndome renacer, por fuera y por dentro…

Y tanto era así que ya estaba planteándome poder parar el tiempo que, parcialmente, ya había recuperado con ese faraónico, y fantástico, tratamiento…

20240403_1140101106858467580977110Pero Cronos, que acababa de concederme el don de rejuvenecer como nunca la piel de mi cuerpo, nutriéndola e hidratándola intensamente, para lucirla brillante y suave como la seda, no era del mismo aviso. No tenía que abusar de su clemencia y de la paciencia de sus mandatarias, el hada y la maga. Ya sobraban mis ganas de volver atrás en el pasado hasta la edad de mi adolescencia. Ya tenía ahora mismo una segunda juventud corporal…

20240403_1139081806372066111336060Así que, escuchando su sabio aviso, me volví a vestir, encantada de mi misma y de la vida, cerrando tras de mí la puerta de esa estancia mágica donde durante una hora y media había estado práctica, y maravillosamente, abducida en otra dimensión. Salí entonces al encuentro del hada Yolanda que ya me estaba esperando en la acogedora y relajante “Sala Calma” para tomar un té o un café, al son de música “calmada” y velas aromáticas, y, una vez más, nos pusimos a hablar de nuestras vidas, de proyectos de entonces, de ahora y de siempre, de ayudas y sonrisas compartidas.

Me sentía de verdad como en casa y difícil se me hacía volver a la mía…

20240403_1130243544747088923566387Cronos, sin embargo, volvió a hacer acto de presencia en mi imaginación –era tarde: había pasado más de dos horas en ese lugar embrujado– y, con el recuerdo del fantástico ritual, me invitó, esta vez con más autoridad, a volver a la realidad de siempre. Me despedí entonces de Beatriz y Yolanda y, feliz y relajada, con la cabeza bien alta, me lancé por las calles soleadas y animadas de Madrid, esplendorosa por dentro y por fuera como una reina verdadera, reina de mí misma, reina Alia de Italia –aunque, en la realidad, Alia fue reina de Jordania; de allí viene mi nombre… pero esa ya es otra historia 😉–.

Grazie Yolanda, grazie Beatriz, grazie “Calma Madrid”!

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